martes, 25 de marzo de 2014

LA PULCRITUD



Llegué a San Lucás, cuando mi nieto Norberto aún no había llegado, estaba platicando con Andrés acerca de la limpieza, y en eso llegó el mayor con la camisa manchada de tierra.

-Ya viste abuelo- me dijo Andrés; -Tú y yo platicando de la limpieza y mi hermano viene de su escuela con toda la camisa manchada de tierra-

Yo le dije a Nor: -Quítate, esa ropa, date un baño y vienes a la hora del amigo-

Y mientras Norbert se fue a bañar, Andrés y yo seguimos platicando.



-Como te dije Andrés, el valor de la PULCRITUD es la práctica habitual de la limpieza, de la higiene y el orden en nuestra persona, en nuestro espacio y en nuestras cosas.

Todos los días, dejamos ver a los demás parte de nuestra personalidad y costumbres a través de nuestro arreglo personal, en el esmero para trabajar y para estudiar, el cuidado al utilizar las cosas y en general, por la limpieza que procuramos mantener en nuestra vida.

En algún momento de nuestra vida nos preocupamos por dejar una buena impresión en las personas: elegimos con cuidado nuestro atuendo, peinamos nuestro cabello con detalle, inclusive, ya sabemos que estamos limpios, pero agregamos un poco de loción para causar buena impresión.

Pero tampoco hay que abusar en nuestra presentación personal, ya que si lo hacemos, esto denotará poca seriedad y carácter. Recuerda que esto no es cuestión de edad, sino de madurez porque estar limpio y traer la ropa de la mejor manera posible debe ser una costumbre de siempre-
En eso llegó mi nieto mayor y tanto Andrés como yo aplaudimos lo bien que se veía.
Eso es lo que me enseñó mi abuelo cuando me hablaba de la PULCRITUD.


  

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