El fin de la semana pasada
fui a San Lucas y estuve en la casa de mis nietos. Como ya están por salir de
vacaciones y ya terminaron sus exámenes, yo le pregunté a Andrés como había
terminado en la escuela.
El me dijo que perfecto,
entonces yo le dije:
-“Se sincero conmigo, ya
debes de saber cuales son tus calificaciones”-
-“Déjame decirte lo que es
la sinceridad”-
¿Alguna vez has sentido la desilusión
de descubrir la verdad? ¿Esa verdad que descubre un engaño o mentira?
Seguramente si, pero la incomodidad que provoca al sentirnos defraudados, es
una experiencia que nunca deseamos volver a vivir, y a veces, nos impide en
volver a confiar en las personas, aún sin ser las causantes de nuestra desilusión.
Pero la sinceridad como los
demás valores, no es algo esperar de los demás, es un valor que debemos de vivir
para tener amigos, para ser dignos de confianza.
La sinceridad es un valor que
caracteriza a las personas por la actitud congruente que mantienen en todo
momento, basada en la veracidad de sus acciones y en sus palabras.
Para ser sinceros debemos
decir siempre la verdad. Esto que parece tan sencillo a veces es lo que más trabajo
nos cuesta. Utilizamos las mentiras “Piadosas” en circunstancias que
calificamos de baja importancia, donde no pasa nada.
Muchas veces inventamos
defectos o se los hacemos más grandes de alguna persona. Y eso es ocultar el
enojo o la envidia que sentimos contra esa persona. Con aires de ser “Francos”
o “Sinceros” decimos con facilidad los errores que cometen los demás y siempre
tratamos de demostrar lo ineptos o limitados que son.
Todos esto conceptos que les
comento a mis nietos, son los mismos que me dejó mi abuelo.