Llegaron mis nietos a casa y
mientras sus padres fueron al súper para comprar la botana y los refrescos para
la hora del amigo, nos sentamos a la mesa con un agua de limón y unas galletas.
Andrés me dijo:
-Me gusta venir mucho a tu
casa Tata, porque aquí se respira mucha paz- a lo que yo le dije:
-Vivir la fraternidad y la
armonía entre los seres humanos son los ideales de paz que más se predican, en
contraposición del desastre, la guerra y todo tipo de conflictos. Pero la paz
no comienza desde fuera, sino desde dentro. No depende de las decisiones de
altos funcionarios, sino de lo que llevamos en el interior.
La paz es un valor que puede
perderse muy fácilmente de vista. Cuando una nación entra en conflicto con otra
y tenemos que convivir sus consecuencias o cuando en la familia, los problemas
o pleitos comienzan a surgir comenzamos a apreciar el valor que tiene la paz.
Las dificultades entre los
seres humanos suele ser algo en común. Quien no sabe vivir en paz generalmente
lo identificamos como una persona conflictiva:
“Es imposible llegar a un
acuerdo, aunque sea pequeño y de poca importancia”
“Tiene una marcada tendencia
a buscar en las palabras y actitudes un doble propósito, normalmente negativo”
“Se siente aludido y
agredido ante cualquier circunstancia y má si está en contra de sus intereses”
“Busca por todos lo medios
de salirse con la suya, aunque esté equivocado”
“Discute con facilidad”
“En la escuela, en los
juegos, en su casa crea dificultades inexistentes”
-Mucha de la paz que podamos
vivir con los demás radica en nuestra forma de comportarnos con los demás. Por
eso Andrés, yo te invito a que siempre vivas en paz contigo mismo y con los
demás-
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